
Tal vez estén hechos de un material más ligero que el nuestro, o quizá, de tanto mirar el mundo que nos rodea, nos hayamos endurecido y se nos haya olvidado imaginarlo, reconstruirlo de nuevo, desde dentro, para llenarlo de historias maravillosas e inquietantes.
Se acaban de apagar las últimas luces de la Navidad pero, si nosotros, los mayores, queremos, puede seguir existiendo la magia durante todo el año.
¡Animo, entre todos podemos conseguirlo! Sólo hay que mirar atentamente a los ojos de un niño, poniéndose a su altura, y dejar que vuelvan los recuerdos de cuando nuestros padres tenían la estatura de un gigante y lo sabían todo, todo, todo…
¿Os apuntáis a esta aventura?
yo me apunto!
A veces, como ahora, me siento como un niño. Bicos a moreas