Katja

Los “peques” son siempre imprevisibles, su curiosidad rebasa nuestra capacidad de respuesta y nunca es suficiente nuestra imaginación de adulto para contestar tantas y tan diferentes preguntas:

- ¿Dónde duerme el sol?
- ¿Para que quiere Dios tantas casas, si vive en todas partes?
- ¿Por qué vuelan los aviones?
- ¿Por qué la gente se va y no puede volver más? ¿Y qué hacen en el cielo?
- ¿Por qué no saben hablar los bebés?
- ¿Para qué sirve el aire?
- ¿A dónde va el agua que se escapa de la bañera?

¡Qué maravilla!

Con todas estas preguntas, el entorno del adulto comienza a difuminarse, y descubrimos asombrados que las respuestas son menos obvias de lo que nosotros mismos habíamos pensado.

Además, esa curiosidad devoradora, nos hace reír y nos envuelve en una realidad sin prejuicios:

- Un niño, varios días después de una tormenta, pregunta, mientras observa atentamente el cielo: “¿A qué hora sale hoy el rayo?”, como si se tratase del tren de las cinco.

- Varios días después, en una pirueta fantástica de ideas y cuentos exclama: “Vienen los piratas, que son muy malos, y nosotros somos los caballeros, y los vamos a ganar”. Todo eso lo dice mientras blande en la mano un cucharón de madera que, obviamente, es una espada…

- En otra ocasión, en busca de la lógica aplastante de los horarios de los adultos, consulta el reloj, muy concentrado, y dice: “Son las unas, hay que ir a dormir”, pero en realidad son las seis de la tarde y está jugando a ser Papá, en el parque, con otros niños.


A veces creo que, todos los grandes hombres y mujeres del mundo, deberían tener un niño a su lado que cuestionase, sutilmente, todas sus decisiones, de ese modo, tal vez, todo sería diferente, menos brutal y más cálido ¿no creeis?
1 Response
  1. Mar Villar Says:

    :D me ha encantado la moraleja del cuento, de verdad, que cierto!!
    Un saludo!!